miércoles, 16 de abril de 2014

PASION SOBRE RAILES


No hay cosa que menos me guste que los viajes de trabajo, ya hace tiempo que ni siquiera los hago en avión, aunque es más rápido la espera en los aeropuertos se me hace muy cuesta arriba y más viajando yo solo, cosa muy habitual por mi trabajo. En esta ocasión voy a coger un tren que viene desde Sevilla y va hasta el norte de Francia, me esperan cuatro días de durísimo trabajo.

Llevo metido en la oficina más de un mes preparando todos los papeles, los catálogos y todo lo que me tengo que llevar. Cuando la dije a mi secretaria que preparase el viaje en tren se quedó boquiabierta.
-¿Estás seguro de que prefieres hacerlo en tren? Son casi dos días en vez de unas horas, la paliza será tremenda-, me dice preocupada.
-No te preocupes, no aguanto las salas de embarque y prefiero hacerlo relajado y tranquilo-, la  contesto con una sonrisa de oreja a oreja.
Ya hace años que trabajamos juntos y espero que no me la quiten nunca. Tiene cincuenta y tres años, es muy eficiente, rápida y sobretodo profesional. Los primeros meses que estuvo conmigo fueron muy duros para los dos, yo nunca había tenido secretaria y estaba acostumbrado a hacerlo yo todo; no la pasaba trabajo y se aburría mucho, apenas hablábamos más que para saludarnos y despedirnos a diario. Un día entro en mi oficina y me dijo que si no la necesitaba o no me gustaba como ejercía su profesión, que prefería pedir un cambio de puesto. Empecé a pasarla pequeñas cosas y me gustó tanto la eficiencia que demostraba, que termine dándola toda la facturación de mis ventas y muchas más cosas. Ahora no sabría vivir sin ella, “Señora Juana” como yo la llamo cariñosamente.
Pues lo dicho, mi viaje comienza en la Estación del Norte, en Valladolid destino Laval Francia, una ciudad de tamaño mediano a la que voy completamente a ciegas, ya que hace años estuve en ella de turista, pero no conozco el idioma ni los lugares a donde tengo que  vender el producto que fabricamos en la empresa.
Juana me ha reservado una litera en el tren donde pienso pasar los próximos dos días, leyendo y disfrutando de las vista. Después de colocar mis maletas y de ver lo pequeño que es el habitáculo donde voy a estar, salgo al pasillo, cierro la puerta y me doy un paseo hasta el vagón restaurante, pido un café y me siento junto a la ventana con un periódico del día en la mano.
Unos minutos después, se monta un jaleo impresionante, cuatro mujeres han entrado, piden sus consumiciones, hablando entre ellas a gritos. El periódico me sirve de mampara protectora, no quiero ni bajarle para ver quiénes son, estoy seguro que se notarían mi mal humor por el escándalo que traen. Por su forma de hablar y el acento que tienen creo que son todas andaluzas, para más señas de Sevilla. Esto último lo adivino por ciertas palabras que utilizan que son típicas de allí, yo conozco dichas palabras porque un antiguo compañero de carrera era de la misma ciudad y me volví loco todo el curso en el que coincidimos, para adivinar qué demonios decía algunas veces, aunque acabe acostumbrándome.
El griterío continua un rato, lo justo para que me pueda la curiosidad, bajo un poco las páginas del periódico. Al hacerlo me doy de frente con sus ojos, los cuales me hipnotizan de tal manera que soy incapaz de dejar de mirarlos, hasta que me doy cuenta de que ella también me mira. Rapidamente creo de nuevo mi lugar de tranquilidad levantando el periódico, pero ahora no puedo borrar de mi mente su mirada. Sus ojos color verde aceituna, con un brillo especial, las líneas de maquillaje que los rodean hacen que su mira sea mucho más intensa, además están enmarcados en una cara preciosa y una larga melena negra que como dicen en su tierra  “Me quitan er sentio”.

No me he dado ni cuenta de que he bajado el periódico otra vez, no dejo de mirarla, me ruborizo al ver que me saluda con un gesto de cabeza, me levanto de un salto, pago el café y salgo avergonzado del vagón con destino a mi pequeño cubículo, donde nadie pueda ver lo coloradas que tengo las mejillas.
Durante un par de horas no dejo de pensar en ella, su belleza ha hecho que todo mi ser la desee. El desparpajo en su forma de hablar, de mirarme, la falta de vergüenza al saludarme, creo que me ha excitado un poco o por lo menos ha despertado algo dentro de mí.
He sacado el portátil, avanzando parte del trabajo que tendría que hacer el primer día de mi llegada a Lavel, así tendré tiempo de hacer algo de turismo. La ciudad a donde me dirijo tiene algo menos de setenta mil habitantes, está a las orillas del rio “La Mayenne”. Es un lugar con arquitectura medieval, muy turístico y tranquilo, por eso voy allí, tenemos muchos clientes en los restaurantes de la zona. intentare tener un día completo para recorrer sus calles y disfrutar de las vistas, que hasta ahora solo he podido mirar a través de la pantalla de mi ordenador y por lo que recuerdo del viaje que hice de joven es un lugar maravilloso.
Al mediodía me entra hambre, voy de nuevo al vagón restaurante, me siento en una mesa y pido al camarero unos entremeses para recuperar fuerzas. Todas las mesas están ocupadas, aun así solo se escuchan los cubiertos y el ligero traqueteo del tren. Cuando estoy terminando de comer entra ella, mira a su alrededor para ver donde se sienta, al no encontrar ninguna mesa vacía viene directa a la mía.
-Buenos días, ¿No te importa que me siente contigo?, es que no hay donde hacerlo y tengo hambre-, sin esperar respuesta se acomoda frente a mí.
-Buenos días, claro que no me importa-, me incorporo un poco a modo de saludo y ella me da la mano.
-Me llamo Carla, voy a un curso de trabajo a Reims en el norte de Francia, con tres compañeras que son un autentico coñazo. ¿Y tú?-, habla a toda velocidad y tiene un acento que me gusta muchísimo.
-Yo soy José, voy a Laval, también por trabajo, viajo solo, en un vagón litera-, al decirla esto me sonríe de manera muy picara.
El camarero se acerca y Carla pide lo mismo que estaba tomando yo. Termino de comer en silencio, sin dejar de mirar sus ojos verdes que me tienen rendido por completo, también mi fijo en su escote. Los tres primeros botones de la blusa están abiertos y la curva de sus preciosos pechos hace que la desee aun más.
Después del postre y el café, me levanto de la mesa para dejarla tranquila degustando su plato. Al hacerlo me mira sorprendida.
-¿Dónde crees que vas José?, esperaba que me dieras un rato agradable…… de conversación por supuesto, ahora necesito alguien con quien charlar-, su voz suena casi como una súplica.
-Está bien, me quedare un ratito mas contigo-, no me esperaba esto.
Empezamos a hablar, ella me cuenta que es de Dos Hermanas, Sevilla, como yo había deducido antes, que está separada y que tiene un hijo, al que en estos viajes echa muchísimo de menos de igual manera que al resto de su gente. Yo la cuento que estoy soltero, que nunca he encontrado a la mujer adecuada porque creo ser demasiado exigente, pero que soy así con todo no solo con las mujeres.
 En seguida comenzamos a tontear mientras hablamos, las miradas se intensifican, Carla pide un helado de fresa y chocolate de postre, mientras lo come hace girar la cuchara dentro de su boca, estoy seguro que lo hace adrede para excitarme y lo está consiguiendo. Dejo una mano colocada sobre el mantel, ella no tarda en rozarla sutilmente al coger la servilleta. Al ver que yo no la retiro, deja la copa del helado a medias y me agarra de la mano, seguimos hablando ya en un susurro acariciándonos las manos.

De repente siento entre mis piernas el roce de su pie desnudo, se ha quitado con disimulo un zapato y con la planta del pie palpa mi erección hasta conseguir que los botones del pantalón estén a punto de estallar. Noto cono su respiración se acelera a la misma velocidad que la mía.
-Acompáñame al baño José, te necesito ahora mismo-, al decir esto me agarra fuerte de la mano y tira de mi para que la siga.
No opongo resistencia, dejo unos billetes sobre la mesa y Carla coge el resto del helado y se lo lleva al baño. Miro a mí alrededor y al darme cuenta de que nadie nos observa, me meto en el pequeño cuarto con ella. Nada más hacerlo nuestros labios se unen en un baile de besos y deseo, ya hacia un rato que no podía dejar de mirar como jugaban con la cucharilla en la boca, haciendo que mi deseo de besarla fuera cada vez mayor. Nuestras lenguas se enredan, el sabor a chocolate y fresa de su boca me encanta, Carla se mete otra cucharada de helado en la boca y lo comparte conmigo a través de los besos, son deliciosos y consigue que me excite aun más.

Meto la mano por debajo de su falda y en cuanto la acerco a su sexo siento como mueve las caderas para que pueda tocarla con más comodidad. La tela fina del tanga me deja sentir su calor, su humedad, sus ganas de mí, pero el espacio es tan pequeño que no creo que sea posible hacer nada, ella está apoyada en el lavabo y yo tengo las piernas atrapadas por el sanitario detrás de mí, esto me da una idea. Me siento en la taza, con la tapa bajada por supuesto, beso su cintura, levanto mas la falda y me encuentro ante un pubis cubierto por un tanga casi transparente que deja ver que la zona está completamente depilada, aparto la tela a un lado, comienzo a besar su sexo haciendo que sus gemidos vayan en aumento, miro hacia arriba y veo como echa la cabeza hacia atrás de placer.
Me fijo en que aun tiene el helado en la mano.
-Dame un poco de tu postre-, la digo, ella me mira sorprendida no sabe ni a que me refiero.
Se lo repito otra vez, por fin se da cuenta de lo que quiero, llena la cucharilla de  helado ya casi derretido y me la mete en la boca, de inmediato empiezo a pasar la lengua fría por su hinchado clítoris, la primera reacción es de dolor por el contraste, pero cuanto más la como menos frio siente y mi lengua recupera rápidamente la temperatura volviendo el calor intenso, haciéndola gozar y gemir como una loca.

Repetimos la operación varias veces, el contraste frio calor es fantástico en el sexo oral y lo está disfrutando tanto como yo haciéndoselo. Quiero sentir su orgasmo, dejo de lado el juego e introduzco dos dedos en su vagina, voy directo al punto “G” sin dejar de lamer el clítoris y sus labios mayores, Carla se agarra al lavabo con todas sus fuerzas, un grito apagado de placer sale de lo más profundo de su garganta al sentir que su cuerpo se contrae unas decimas de segundo antes de explotar en un orgasmo del que seguro se ha enterado hasta el maquinista del tren.
Me pongo de pie y la beso el cuello con ligeros mordiscos, acaricio sobre la tela sus grandes pechos y siento la dureza de los pezones erguidos como si fueran la cima de dos volcanes en erupción. Aprieto mi erección contra su sexo, ella se apresura a bajarme la cremallera mete la mano dentro y palpa el miembro con ganas de sacarlo y hacer con él lo que la apetezca. Lo libera de su oscuro cautiverio,  levantando las piernas lo aproxima a la entrada de su vulva que aun palpita y lo deja en las puertas.
-Métemela toda de golpe-, me dice al oído abrazándome con fuerza contra su cuerpo.

Lo estoy deseando, se la meto entera de un solo empujón, me quedo quieto en lo más profundo de su ser, la dejo ahí dentro sin moverme unos segundos. Ella aprovecha para soltar mas botones de su blusa, dejando al aire los magníficos pechos.
-Comételos mientras me lo haces-, me pide de nuevo.
-¿No sería mejor que fuéramos a mi litera?, Carla-, la digo.
-Ni se te ocurra decir eso, no vamos a salir de aquí hasta que sienta tu néctar escurriendo entre mis muslos-, su mirada me dice que va muy en serio.
Agacho la cabeza y la beso los pechos, los pezones, doy ligeros mordiscos sobre cada uno de ellos, Carla me agarra de la cabeza y aprieta mi cara con fuerza contra ellos.
-Muérdelos con más fuerza, quiero sentir dolor y placer a la vez-, esta increíblemente excitada.
Y yo también, salgo y entro de su cuerpo dándola placer mientras muerdo con más fuerza sus pezones, soltando en el momento que siento que su respiración se entrecorta por el dolor. Ella me ha pedido que me corra dentro y yo no creo que pueda salir sin hacerlo, jamás había sentido tanto gusto, estoy seguro de que es la situación, en el baño de un tren, con una desconocida, lo que me da tanto morbo.
-José me voy a correr, vamos córrete conmigo-, después de este grito ya estoy seguro  que el maquinista sabe lo que pasa en el vagón restaurante.
Aumento el ritmo, con empujones cada vez más dentro de su cuerpo.
-No puedo más, ya Carla, ya-, ahora el que grita soy yo, pero ella me sigue.
-Sí, dámelo, dámelo todo-, apenas la escucho.
Los dos tenemos un orgasmo sincronizado, largo e intenso, no quiero salir de ella nunca y no lo hago, me quedo dentro de su sexo, nos besamos, recuperamos el aliento con caricias, con abrazos, sin salir de esta maravillosa mujer.

Llega un momento que las rodillas me tiemblan por el esfuerzo, me dejo caer sobre taza y me quedo abrazado a su cintura, ella me acaricia el cuero cabelludo completamente rapado. Cuando los dos recomponemos nuestras ropas y nos aseamos un poco salimos del baño. No hay mucha gente en el vagón, pero todos nos miran a hurtadillas. Agachamos la vista y nos vamos hacia el asiento donde Carla esta con sus compañeras. Entre vagón y vagón paramos a besarnos, antes de llegar a su asiento nos despedimos e intercambiamos teléfonos.
La dejo allí sentada y yo continúo hasta mi litera. Cuando estoy solo tumbado en ella no puedo dejar de pensar en las sensaciones, los olores, los sabores y no me quito de la cabeza sus ojos, llenos de deseo y lujuria. Me quedo medio dormido, mejor dicho dormido entero. Al despertar ya es de noche, salgo de mi cuarto, cojo un par de chocolatinas y un refresco en la maquina del pasillo. Mientras las como, me desnudo para meterme en la cama. Enciendo el teléfono y veo varias llamadas pérdidas de mi secretaria, marco el número sabiendo que a estas horas ya no estará en la oficina. Efectivamente nadie responde, cuando salta el contestador dejo un mensaje para que al entrar a trabajar mañana no se preocupe por mí.
Un mensaje ilumina de nuevo la pantalla del teléfono, es de Carla. En el me dice que sus compañeras están dormidas, pero que ella con la excitación no lo consigue. Yo la contesto que me he quedado un rato dormido y que el resto de la tarde he estado trabajando, lo cual es mentira, me da vergüenza decirla que me ha dejado hecho polvo.
Seguimos un rato chateando, el sueño me vence así que me despido de ella y quedamos a la mañana siguiente para desayunar juntos.
El sonido de otro mensaje me despierta, no sé ni qué hora es. Me giro y veo sobre la maleta el móvil iluminado, no tengo ganas de bajar de la litera para leerlo. Unos segundos más tarde llega otro, no me queda más remedio que ver si pasa algo. Me tiro de la cama, cojo las gafas y veo que son mensajes de Carla.
No puedo dormir, has dejado un vacío en mi interior que necesito rellenes lo antes posible.
Mis amigas están dormidas y yo solo puedo pensar en ti.
Me quito las gafas, no puedo creer lo que me está diciendo. Releo los dos mensajes varias veces, por fin contesto.
                               Estoy en el vagón 8, litera 3, ven rápido.
Nada más darle a la tecla de enviar unos nudillos golpean la puerta. Al abrirla me encuentro a Carla con cara de felicidad, no es posible que la haya dado tiempo a venir tan rápido, estoy seguro de que esperaba en la puerta.
-Sabía que me dirías que sí, tengo ganas de ti y estoy segura que tú las tienes de mí-, al decirlo entra en el pequeño cuarto y pone el pestillo.
-No esperaba que me llamaras ahora, como habíamos quedado para desayunar-, aún estoy sorprendido.
-Si quieres que desayunemos mañana lo haremos, yo tengo hambre ahora-, no dice nada más, solo pone su mano en mi entrepierna y sonríe al darse cuenta que ya empieza  mi cuerpo a responder a su presencia.
Besa mi cuello y lo mordisquea como yo hice antes con el suyo, su mano sigue firme en mi pene cada vez más erecto. Yo me saco la camiseta que tengo puesta por la cabeza, Carla de inmediato pega su cuerpo al mío. Los pechos parecen más grandes que antes, siento la dureza de sus pezones a través de la tela de su blusa, no espero ni a soltarlos, directamente los arranco todos. Ella me mira excitada, la ha gustado mi manera de desnudarla.

Mi cuerpo queda aprisionado entre la ventana y sus besos, mete la mano dentro de mi ropa interior apretándome del miembro con todas sus fuerzas, duele y es muy placentero a la vez, me tiene excitadísimo, levanta un poco la minifalda para estar más cómoda. Cuando me dispongo a meterla mano, se aparta.
-Aun no cariño-, me besa de nuevo y se pone en cuclillas.
Me baja le bóxer hasta las rodillas, besa y lame toda mi zona púbica a excepción de lo que yo más deseo. Poco a poco se va acercando a ella, la agarra fuerte con ambas manos pero tampoco, va directa a chupar mis testículos, el placer inunda todos mis sentidos, enseguida siento como la piel de todo mi cuerpo se eriza. Se los mete en la boca de uno en uno y juega con ellos con la lengua. Siento el calor húmedo, como su saliva escurre entre mis muslos. Empieza a masturbarme demasiado fuerte, demasiado rápido, demasiado bien….

Siento como palpita el mi miembro entre sus manos, estoy a punto de correrme. Carla se da cuenta y se la mete en la boca hasta la garganta, ya no puedo más, me dejo ir, llenandola  con mi semen, siento como lo saborea como se lo traga, pero ella no para.
Sin soltarse de su presa pasa la lengua por todo mi torso, con la mano que tiene libre me empuja sobre la diminuta cama, donde caigo sentado. Cuando me suelta el miembro ya casi ni lo siento, prácticamente ha cortado la circulación sanguínea en el, se sube sobre mí, nos besamos apasionadamente. Sujeto a Carla por la cintura y tiro de ella para que se ponga de pies sobre mí, ella lo hace sin rechistar, parece mentira que no nos demos cuenta de donde estamos el techo es tan bajo que se golpea contra el cayendo de rodillas sobre mí, los dos nos echamos a reír a carcajadas, cambio de postura.
Dejo que se tumbe boca abajo en la litera, me coloco sobre ella dejando que lo poco que queda de mi erección se encaje entre sus glúteos. Beso y masajeo su cuello y espalda, ella contonea sus caderas consiguiendo que en pocos minutos sienta como todo mi cuerpo vuelve a estar en forma. Con mis piernas metidas entre las suyas hago fuerza hacia afuera haciendo que las abra, mi ya erecto miembro la penetra con fuerza, está muy lubricada y caliente.

No tengo piedad y la embisto con fuerza una y mil veces, sus gemidos se convierten en gritos de placer y sus gritos en un largo orgasmo. No quiero parar no puedo parar, voy a correrme de nuevo. Carla me pide que aguante un poco más, que casi esta lista otra vez. Los dos explotamos juntos, incluso me dan medio calambres en los dedos de los pies al recogerse los tendones de tanto placer.
Nos colocamos de lado abrazados el uno al otro y no tardamos en caer profundamente dormidos. Antes del amanecer alguien llama a la puerta, me bajo de la litera, abro la puerta, es el revisor.
-¿Perdone las molestias caballero?, estamos buscando a una chica que ha desaparecido de su vagón anoche y sus amigas están muy preocupadas, ¿No la habrá visto usted?-, se le nota algo agitado, creo que hace ya un buen rato que la está buscando.
-Si está buscando a Carla no se preocupe más, ha pasado la noche conmigo-, le digo muy serio.
-¿Podría comprobarlo señor?, sus amigas quieren que llamemos a la policía.
En ese momento Carla salta de la litera y abre la puerta cubierta con la sabana.
-Dígales a mis amigas que estoy bien, en unos minutos me reuniré con ellas en nuestro vagón-, dicho esto cierra la puerta de golpe.
Yo la mira algo intimidado, parece muy enfadada y no sé cómo reaccionar.
-José, no son mis amigas, solo compañeras de trabajo y por lo que veo algo envidiosas, lo siento-, se viste rápidamente y recoge todas sus cosas.
No he tenido tiempo casi ni de despedirme. Cuando voy a desayunar al mismo lugar donde la conocí ayer, no la veo ni a ella ni a sus compañeras por ninguna parte. Después del café al pasar por el vagón donde estaban tampoco las localizo. Ahora el que se preocupa soy yo, vuelvo a mi cuartucho, la mando varios mensajes al móvil, no responde.
Llaman a la puerta, es otra vez el revisor.
-Caballero, su amiga me ha dado esto para usted, perdone las molestias-, me extiende una carta y se va por el pasillo.
                Querido José, siento lo sucedido esta mañana. He disfrutado de un viaje maravilloso a tu lado. Sé que el viernes vuelves a España en este mismo tren, yo debería hacerlo el sábado por la mañana, si te apetece cambiamos los dos el billete y viajamos juntos y solos el viernes de madrugada y así terminamos lo que juntos hemos empezado.
                        Besos Carla.

P.D. Tendré una sorpresa preparada si te parece bien la idea.
P.D. Espero que tú también pienses en algo estos días.
P.D. Solo te daré una pista, llevo una fusta en la maleta, unas esposas y un pañuelo de seda para que no puedas ver nada. 

                                                                                              J.M.LOPEZ

8 comentarios:

  1. Creo que el viaje debería haber durado todavía más. Queda la vuelta. Y tremenda que es Carla. Perfecta para ti.
    Besos de Pecado.

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    1. Gracias por el comentario. No estaría nada mal que ella fuera real.
      Besos de pecado.

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  2. Jijijij.. Esa Carla malula...Qué guena historia!!

    Un abrazo chiquillo

    Sam

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    1. Muchísimas gracias. Carla no es mala, al igual que José juega con su sexualidad y eso les gusta a ambos.
      Un beso para ti.

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  3. Muy buena esta Carla, no da opciòn, sabe cuando , como y tiene buen gusto.
    A partir de ahora los viajes en tren los veré como una posible aventura y en mi maleta no faltarán las esposas.
    Como siempre me encantò; hasta el miércoles ;)

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    1. Hacia mucho que no leía un comentario tuyo y la verdad es que se agradece. Cualquier momento en la vida e bueno para disfrutar, da lo mismo el lugar, lo importante es con quien.
      Besos el miércoles te espero.

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  4. Quien pudiera pasar una noche con una mujer así!!! Muaksssssss

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