Como
todos los días, en los últimos diecisiete años, suena el despertador. Esto
quiere decir que ya son las 6:30 de la mañana. Se me hace muy cuesta arriba
tener que levantarme para ir a esa mierda de trabajo que tengo, en el cual
aparte de ser el que tiene el rango más bajo, no gano lo suficiente ni para
tener una vida digna. Como me bajen otro poco el sueldo o me suban más los
impuestos, no sé qué va a ser de mí, pero a este ritmo volveré a vivir en casa
de mis padres. La verdad que ya me lo he planteado alguna vez, con mis cuarenta
y un años no creo que volver al nido sea la solución para ninguno de mis
problemas.
Encima no podemos rechistar, desde que el gobierno aprobó la reforma laboral, al que se le ocurra decir algo se queda de patitas en la calle enseguida. En mi empresa hace unos días mandaron a casa a un veterano que además era mi jefe, con una indemnización que no creo que le dé para vivir más de un año; otro que se apunta a las listas del paro con más de cincuenta años dos hijos que viven con él y una mujer que ya no trabaja hace un montón de tiempo.
Así
que mejor no me quejo, poco a poco voy pagando mi hipoteca, le paso la pensión
de manutención a mi hijo y aun puedo salir muy de vez en cuando a divertirme
con los amigos que me quedan; por lo
menos una vez al mes nos juntamos, nos contamos nuestros problemas y después de
tres o cuatro copas, arreglamos el mundo entre todos.
Después
de ducharme y tomar un pequeño desayuno, salgo hacia la fábrica. Mi trabajo es
muy sencillo pero requiere de mi continua atención. Estoy en un laboratorio y
lo único que hago es meter muestras en las máquinas para ser analizadas, hasta
hace pocos años éramos cuatro compañeros en la oficina, ahora solo quedo yo y
un becario que no tiene ni idea de lo que tiene que hacer, ya que este trabajo
no se parece en nada a lo que el ha estudiado, cosa que suele pasar.
El
trayecto es largo y con demasiado tráfico, ya me he acostumbrado a tardar más
de una hora en hacer los veinte kilómetros que separan mi casa de la fábrica.
En la radio como siempre música de los ochenta, en mi mano un cigarro y la
ventanilla abierta para ventilar mi pequeño vehículo. A medio camino comienza a
amanecer, la verdad es que el paisaje en esta época del año es precioso, los
campos que rodean la autovía estan verdes y el rocío mezclado con los primeros
rayos de sol hacen que el brillo sea espectacular. A mediados de primavera todo
pasa a ser amarillo y seco, no me gusta nada
en esa época el paisaje que me rodea.
En
la fábrica trabajamos ochenta personas, en realidad sesenta son jefes que no
salen apenas de sus despacho, ingenieros, comerciales, químicos y mandos
intermedios; el resto somos los que
trabajamos.
Al llegar y encender el
ordenador del puesto, un pitido me alerta de que en la bandeja de correo
electrónico tengo un mensaje, que dice lo siguiente:
A/A
del Señor José López:
Muy
señor mío, por la presente le comunico que el día 5 de Abril, está usted
invitado a la presentación para todo el personal, de la nueva jefa de servicio,
la Señorita Carla Fernández, que será uno de sus responsables directos, en el
momento que termine su formación para dicho puesto. Dicha reunión tendrá lugar
en el Salón 2, a las 17:00.
Le
deseamos un buen día y esperamos su presencia.
No
sé qué se ha creído esta gente, mi hora de salida es precisamente la misma en
que empieza la reunión, siempre hacen lo mismo, esa chorrada durara dos horas y
nadie piensa que los demás tenemos vida propia, encima no pagan nunca el exceso
de jornada laboral.
Tras
cerrar el correo, empiezo a trabajar sin ninguna gana. Un par de horas después
saco un café de la máquina, salgo a la calle y me enciendo un cigarro para
estar mis diez minutos de descanso tranquilo y relajado, pero como siempre
tiene que venir alguien a joderla. David, un compañero de mí mismo nivel pero
que se cree más que los demás, aparte de ser idiota es un puñetero lame culos,
sale por la misma puerta que lo había hecho yo un minuto antes.
-José,
¿Te has enterado de la nueva jefa?-, me dice sentándose a mi lado y haciéndome
un gesto con dos dedos en la boca para que le dé un cigarro, “encima de bobo
gorrón”, pienso.
-Si
claro, he leído el correo nada más llegar-, le contesto mientras de mala gana
saco el paquete de tabaco.
-Está
de visita hoy por la fábrica con uno de los peces gordos-, dice antes de
encender el pitillo.
-Dentro de media hora vendrá por mi puesto y
el tuyo está al lado así que prepárate-, me cuenta mientras da pequeños
golpecitos con el codo en mi brazo, otra costumbre que odio de este tío.
-Me
parece muy bien, el anterior jefe no conocía ni siquiera los puestos de trabajo
de los obreros-, le digo a David con toda sinceridad.
Tira
medio cigarro al suelo, claro no lo paga el, se levanta y tras apagarlo con la
bota de seguridad se aleja de mi unos metros, se da la vuelta y me grita.
-Por
lo que he entendido va a trabajar un día con cada uno de nosotros, para así
saber qué es lo que hacemos cada uno en la fábrica-, se mete por la puerta y no
me ha dado ni siquiera las gracias por el cigarro.
“Quiere
ver que hacemos cada uno de nosotros en la fábrica”, esto me deja de piedra, la
mayoría de los jefes se preocupan solo de que la producción salga a su debido
tiempo y no de como realizamos nuestro trabajo, esta novedad tiene buena pinta,
espero que sea una mujer implicada y que sepa reconocer el trabajo de los demás.
La
jornada transcurre sin más incidencias. En el vestuario empieza a correr el
rumor de que la nueva ha estado ya en algún despacho, cosa que después de
escuchar a un par de compañeros me extraña mucho, ya que para unos era un tía
normal, para otros guapísima, para unos morena de pelo largo y para otros rubia
de pelo corto. Nunca te puedes fiar de los rumores.
Pasa
la semana y nadie se presenta en mi puesto como decía David a ver cómo se
desarrolla mi trabajo. El día de la reunión llega enseguida, pero unas horas
antes de asistir, una llamada telefónica me dice que tenemos un pedido muy
urgente y que no vaya a la reunión si no lo he terminado. Me parece fantástico,
por la dichosa presentación no iba a cobrar un duro, pero por dos o tres horas
extras sí que me van a pagar, así que ralentizo un poco el trabajo propio de la
jornada y a las cinco en punto empiezo con los análisis del envió urgente.
Las
horas se pasan volando, más cuando nadie está en las oficinas y por una vez
puedo trabajar a gusto y a mi ritmo. Cuando estoy terminando se escucha
murmullo por el pasillo que al acercarse a mi puerta se convierte en alboroto.
Son todos los que han tenido que ir a la reunión, al parecer ya ha terminado y
la gente está muy impresionada por lo que han visto y escuchado, es lo único
que puedo oír desde mi puesto con la puerta cerrada.
Cuando
termino de trabajar ya es de noche, paso la tarjeta de fichar por los portillos
y saludo a el guarda jurado, que al verme sale de su garita y cierra con
candado las puertas de acceso, ¡Joder, soy el último en salir!, esto no me
pasaba hacía ya muchos años.
Aparco
el coche a tres manzanas de mi casa, es lo que tiene llegar tan tarde. No me
apetece prepararme la cena, entro en el bar que hay debajo de casa y cojo un
par de pinchos de tortilla, que esta deliciosa, para llevar, subo a casa me
pego una ducha y me siento en el sofá a comer, con la única compañía de un par
de cervezas bien frías. Me voy a la cama, donde leo un rato con música suave de
fondo, estoy cansado y los parpados se me cierran haciendo que lea varias veces
el mismo párrafo, apago la luz y caigo en un profundo sueño rápidamente.
Al
despertar y volver a la rutina diaria me planteo muchas cosas, ¿Estaría loco si
lo dejara todo y me fuera a trabajar a otro país? ¿Podría soportar el estar
lejos de mi hijo tanto tiempo? ¿Tendría problemas con mi ex si lo hiciera?, son
las tonterías que pienso de vez en cuando durante el atasco matutino. Sé que no
quiero alejarme de mi hijo, le quiero demasiado, aunque lo demás me diera igual
esa única razón hace que sonría y deje de pensar en tonterías.
Al
llegar a la fábrica, mientras me cambio escucho a los compañeros que fueron a
la reunión; sus comentarios son sobre lo sucedido allí, como la tal Carla va a
dar caña a los jefes, cómo se va a implicar en el trabajo diario. Tonterías,
siempre dan esa impresión y después se acomodan en sus poltronas y se olvidan
de los auténticos curritos.
En
el primer descanso, de nuevo el plasta de David sale en cuanto me ve pasar por
su ventana, ya no espero a que me pida tabaco, se lo doy yo directamente, a ver
si así me deja en paz un rato.
-Hoy
viene Carla-, me dice con gran alegría.
-Ya
lo sé, ¿Que me importa a mí eso?-, le digo yo de mala gana.
-Pues
debería importarte, esta con el señor Sánchez, en cuanto termine con el, ira a
tu puesto todo el día, a trabajar contigo y a conocer, según dijo ayer ella
misma, “Al único que no se había dignado a ir a su presentación”-. Tira el
cigarro y se larga riéndose de la cara que se me ha quedado.
No
tengo palabras. Pego dos caladas más rápidamente, entro a toda velocidad a mi
laboratorio quiero que este todo en orden para cuando ella llegue, sé que la primera impresión que le causas a un nuevo jefe,
será importante para el resto de nuestra relación laboral.
Se
me ha adelantado, al entrar en la sala ella está sentada en uno de los
taburetes altos que tenemos. Me quedo boquiabierto, sus piernas son muy largas
y definidas, tiene el cuerpo de una modelo muy delgada, poco pecho pero en su
lugar, tiene un larga melena negra que la llega por la cintura y unos ojos
penetrantes, que desde su posición me escudriñan de arriba abajo.
-Buenos
días José, me llamo Carla y soy la nueva encargada de estos laboratorios, es
decir su superior directo-, está claro como ha ascendido tanto, su fuerza
interior y su intensidad en la forma de hablar hacen que sea imposible
desobedecerla.
-Buenos
días Señora-, la digo en voz demasiado baja.
-No
por favor, llámeme Carla a secas, yo siempre tuteo a los colegas con los que
trabajo-, ahora su voz suena más dulce.
-De
acuerdo, Carla, ¿Por dónde quieres empezar?-, mis palabras van acompañadas de
una sonrisa amable a la que ella responde con el mismo gesto.
-Voy
a pasar toda esta semana contigo, quiero ver como trabajas e ir ayudando en lo
que pueda según vaya aprendiendo-. Suena bien, seré yo quien la enseñe, un
punto a mi favor.
Lo
primero que hago es enseñarla todo el material del que dispongo, ya de paso
aprovecho para quejarme que algunos útiles están obsoletos y que se deberían
cambiar lo antes posible. Continuo con la rutina normal, preparar las primeras
muestras. Mientras la maquina las analiza abro el correo, contesto a los
proveedores y les mando a mis anteriores superiores los datos de ayer.
Al
hacer esto último Carla me detiene, coloca rápidamente la mano sobre el ratón,
impidiéndome que le dé a la tecla enviar.
-Espera
un momento, me permites-, me dice mientras se apoya en mi hombro para apartarme
del teclado. –A partir de hoy todos los resultados pasaran primero por mi
ordenador, yo los analizare y se los mandare directamente a el jefe de
servicio, para que nadie los malinterprete o los modifique-, esta ultima parte
no me ha hecho mucha gracia, “¿Habrá alguien que este manipulando los datos?”.
Borra
todo mi listín de contactos dejando solo uno, el suyo. Aunque ahora estoy algo
sorprendido, con el tiempo espero entenderlo, a mi me da lo mismo a quien se
los tengo que enviar, pero la verdad es que algo extraño está pasando.
Los
días pasan, cada vez estoy más a gusto trabajando con ella. Aprende rápido y es
una ayuda inestimable, siempre había sido un lobo solitario, la compañía en mi
trabajo me producía dolor de cabeza, las conversaciones absurdas sobre el
tiempo, o sobre el partido de la semana eran un autentico coñazo.
Como
la cantidad de trabajo siempre es la misma y ahora tenía ayuda, nos sobra un
poco de tiempo todas las tardes para charlar.
Me
había contado que su marido estaba lejos, que apenas se veían y que las cosas
entre ellos iban cada vez peor, en realidad eran más amigos que un matrimonio
convencional. También que no tenían hijos por voluntad propia, sus respectivas
carreras les habían absorbido gran cantidad de tiempo y aunque para hacer un
hijo no hace falta demasiado tiempo, la responsabilidad de educarle y estar con
él a diario era muy complicada.
Yo
por mi parte la había contado mi pobre vida en unos minutos, tampoco es que me
hiciera falta mucho más. Desde que salí de la facultad, donde era un tío raro y
un empollón sin amigos, me habían contratado en esta empresa y aunque al
principio tenía conocidos, en el momento que me dejaron solo en el laboratorio
mi vida se convirtió en pura rutina, de casa al trabajo y del trabajo a casa,
sin salir nunca de fiesta y excusándome en las cenas de la empresa, solo para
no tener que interactuar con mis compañeros.
Con
Carla era diferente, estaba ansioso por llegar al trabajo y ver como se recogía
su larga melena en una coleta, después la hacía girar dentro del gorrito de
tela que teníamos para no contaminar las muestras. Sus dedos largos y delgados
cubiertos por los guantes de látex azules, su forma de mirarme y sobre todo
como cada vez que pasaba a mi lado me rozaba el brazo con su mano enguantada.
Todos
los días ha venido a trabajar con un pantalón vaquero, una blusa y la bata
blanca que usamos en nuestro trabajo, los zapatos siempre planos y cómodos para
andar por el laboratorio. Algunos días nos hemos tenido que quedar hasta muy
tarde, cuando las muestras son urgentes es lo que tengo que hacer. Al salir
esos días me he dado cuenta de cómo el portero la mira de arriba a abajo, y
como me hace un gesto intentando decirme lo buena que esta, no sé porque lo
hace, de eso ya me doy cuenta yo solo, Pero Carla no es solo un físico que
impone para mí también es una mente y un alma que me llenan mucho.
Ayer
trabajamos de manera muy sincronizada, ya sabe manejar todo los sistemas y los
aparatos, se ha aprendido a la perfección todos los protocolos a seguir con las
probetas de productos que nos traen para analizar. Una hora antes de salir me
dice que tiene una reunión y continúa.
-Mañana
será el ultimo día que trabajemos juntos, no me hace falta ya aprender nada con
tus compañeros me has enseñado bien y muy rápido-, mientras lo dice esta seria
concentrada, su cara cambia de repente, -Si te apetece podíamos tomar algo o
picar por ahí para celebrarlo-.
-Me
parece una gran idea, hay un restaurante tranquilo muy cerca de aquí, si
quieres te invito a cenar-, al decir esto mi corazón se acelera y siento que
quiere salirse de mi pecho.
-Claro
que me apetece, pero con una condición, la agradecida soy yo así que pagare la
cena-, se va sonriendo al abrir la puerta me mira de nuevo y dice, -no se te
olvide tenemos una cita-.
Como
se me va a olvidar, mis sentimientos hacia ella son más fuertes de lo que me
esperaba, estoy deseando verla, hablarla con tranquilidad y algo que nunca
pasara, besarla.
Desde
primera hora de la mañana en el trabajo estoy nervioso, Carla no ha venido, no
sé si ha pasado algo no la veo desde que nos despedimos ayer. Las horas pasan y
ella no llega, ni siquiera sé si la cita sigue adelante y no tengo su teléfono
privado, no puedo localizarla.
Mi
preocupación cambia cuando David entra en el laboratorio cargado con dos
contenedores de muestras refrigeradas.
-Prepárate
machote, hoy no sales de aquí hasta que se haga de noche-, se ríe al decirlo y
después de dejar los contenedores en su lugar suelta un suspiro provocado por
el esfuerzo.
-¿Qué
demonios me traes? Hoy no tengo pendiente nada especial-, le digo con la voz
algo cargada por el enfado y la angustia de no saber nada de ella.
-Deberías
abrir el correo a primera hora de la mañana, no traigo solo esto aún quedan
otros cuatro contenedores en la cámara frigorífica-, al oír sus palabras me
lanzo hacia el ordenador.
Es
cierto siempre enciendo el ordenador y abro el correo nada más entrar en la
oficina, pero hoy no estoy nada concentrado, mi mente ha sido ocupada
completamente por Carla y una de las cosas más importantes de mi trabajo se me
ha olvidado.
Al
abrirlo me encuentro lo siguiente:
Muy señor mío:
Le
comunico que mañana a primera hora, tendrá preparados seis contenedores
refrigerados en la cámara frigoría de su planta.
Estas
muestras son muy importantes y su urgencia es de vida o muerte para los
intereses de nuestra empresa. A lo largo del día tendrán que estar todas
terminadas para así poder mandar un informe preciso y detallado a primera hora
de mañana.
Las
horas necesarias no serán un problema, se le pagaran al triple de su precio,
siempre que pueda realizar dicho trabajo.
Atentamente
Señor Sánchez
Me
quedo con la boca abierta, esto sí que no lo esperaba, David termina de dejar
todos los contenedores en su lugar; yo no sé qué hacer, por dónde empezar.
Comienzo a leer las etiquetas estos productos siempre traen un orden preciso ya
que es de lo que se trata normalmente, ver las diferencias de comportamiento de
cada producto dependiendo de distintos tiempos de exposición al aire y de las
diferencias de temperatura a lo largo de las horas.
Paso
el resto del día como un loco de un sitio a otro, mi laboratorio es un
desastre, la organización que siempre tuve ha desaparecido. Cuando mis
compañeros se van a casa David entra en mi nuevo y alborotado mundo.
-José,
¿Quieres que me quede a echarte una mano?-, me dice con cara de preocupación.
-No
de verdad, esta todo controlado aunque a simple vista no lo parezca-, me
despido de él y cuando se va me acuerdo de inmediato de Carla.
Salgo
a toda velocidad al aparcamiento y le grito a David para que se detenga, al
darse la vuelta me mira sorprendido, yo jadeando le digo.
-Solo
necesito un favor, según vas a casa pásate por el Hotel Avenida y entrega esta
nota en recepción, es muy importante para mí-, David me sigue mirando extrañado
pero con un gesto de su cabeza entiendo que si
lo va hacer, -Muchas gracias de verdad-.
Vuelvo
al laboratorio y continúo con lo mío. Sobre las diez de la noche necesito
parar, la cabeza me estalla y los parpados se me cierran solos. Saco un
refresco de la maquina del pasillo y me voy a la calle a fumar un cigarro. Esta
todo medio a oscuras, cuando la gente sale de trabajar, se apaga más de la
mitad del alumbrado exterior. En la penumbra sentado en un banco pienso en
ella, en lo especial que podía haber sido la velada y sobre todo en si habrá
recibido mi mensaje.
Vuelvo
dentro, casi me caigo del susto al entrar en el laboratorio, Carla ha venido.
Esta preciosa, apoyada sobre una mesa con los brazos cruzados sobre el pecho,
tiene puesta la bata de trabajo, pero esta vez no trae vaqueros, ni zapatos
planos, hoy ha venido con tacones altos y no estoy muy seguro de si algo mas,
ya que solo veo sus piernas cubiertas por unas medias oscuras, el resto de su
cuerpo queda oculto bajo la bata blanca.
-Parece
que no te alegras de verme-, una enorme sonrisa llena su preciosa cara, -¿No
esperarías dejarme tirada en nuestra cita de hoy?, jamás lo habría permitido-.
-No
esperaba verte, la nota que te dio David explicaba lo sucedido-, miro al suelo
avergonzado.
-Tú
no te preocupes, me gusta que seas tan trabajador y más cuando es tan necesario
para los intereses de la empresa-, al decir esto pasa como de costumbre su mano
por mi brazo, esta vez sin los guantes de látex. -Venga manos a la obra que te
tengo que pagar una cena, ¿Por dónde empiezo?-.
Los
dos nos ponemos a trabajar a un gran ritmo, las conversaciones se suceden,
también las risas. Cada vez que nos cruzamos dejamos que nuestros cuerpos se
rocen apropósito. Tengo la sensación que debajo de su bata no lleva puesto nada
mas, esto lo confirmo cuando la veo abrir el ultimo contenedor, al acercarse
las muestras frías al pecho noto, desde una distancia prudencial y a través de
la tela blanca, como sus pezones se hinchan, se endurecen.
Cargamos
todas las maquinas con las últimas muestras, solo nos queda esperar. Salgo de
la sala y voy a la máquina de café, saco uno para mí y una infusión para Carla.
Al volver la miro escondido desde el pasillo, esta preciosa, se ha quitado ya
el gorrito su melena negra, completamente lisa la cuelga hasta la cintura. Esta
apoyada en la mesa de espaldas a mí, la bata sube un poco por sus piernas, son
preciosas, ahora estoy seguro de que no lleva nada debajo. Me siento muy
excitado y eso que no ha pasado nada entre nosotros.
Se
sienta en la silla del despacho, decido que ya tengo que entrar, voy a intentar
comenzar algo bonito con esta mujer. Abro la puerta, Carla hace girar la silla
sobre las pequeñas ruedas que tiene. Casi se me caen los dos vasos, al darse la
vuelta veo que se ha desabrochado un par de botones en la parte superior de la
bata y otro par en la inferior, sus piernas medio abiertas dejan insinuar parte
de la ropa interior que lleva puesta.
Me
hace señas con un dedo para que me acerque, sin soltar los dos vasos voy hacia
ella. Mientras lo hago veo en sus ojos el deseo. Mira mi entrepierna sin parar,
estoy seguro de que la erección se nota a través de los pantalones. Al llegar a
su altura levanta la cabeza y me pregunta.
-José,
¿Me deseas?-, su voz es susurrante.
Según
lo dice abre un poco más la bata dejando a la vista sus muslos y las tiras del
liguero que sujetan las medias, con la otra mano palpa me sexo ahora ya muy
duro. Apoyándose en mi da un pequeño empujón, la silla se aleja con ella encima
hasta chocar con la mesa donde están las probetas, el golpe hace que todo el
cristal choque ligeramente, el tintineo es música para mis oídos.
Voy
a dejar los cafés sobre la mesa y clara me lo prohíbe.
-No
los sueltes, mantenlos en las manos, quiero sentir tu deseo sin que me puedas
tocar-, una sonrisa picara asoma en sus labios. -Quiero que te sientes en la
silla que tengo enfrente y que me mires sin hacer nada más-.
Es
mi jefa así que obedezco de inmediato. En cuanto me siento comienza a pasear
sus manos por los pechos, se pellizca ligeramente los pezones, baja las manos
despacio. Suelta el resto de los botones, dejando que la bata se abra
ligeramente, su abdomen es completamente plano. Coloca una mano entre las
piernas, antes me equivoque, no lleva puesto más que el liguero y las medias,
su vulva se presenta ante mí a tres metros de distancia.
Comienza
a masturbarse para mí. Hago el amago de dejar a un lado los vasos y enseguida
me dice que no, que tengo que aguantar. Sigue tocándose sin dejar de mirarme,
se lame los dedos, se acomoda en la silla y por fin deja su cuerpo al
descubierto, estoy ante una belleza increíble. Los dedos ya están bien mojados,
vuelve a masturbarse, esta vez introduciéndolos en su cuerpo, mi deseo aumenta
con cada gemido que sale de su garganta. Necesito hacer algo o voy a explotar.
-¿Te
gusta lo que ves?-, me pregunta.
Solo
puedo contestar asintiendo con la cabeza. Estoy paralizado no sé cómo
reaccionar.
-Ahora
te toca a ti, y ya puedes hacer que me guste, solo hay una condición, seguirás
a tres metros.
Por
fin dejo los vasos en el escritorio, me quito la bata y la camiseta, aflojo los
zapatos y los lanzo lejos, cada uno hacia un lado.
-De
momento me gusta, continua por favor-, ha bajado el ritmo pero sigue
acariciándose y yo no puedo dejar de mirarla.
Intento
que parezca que tengo más maña de la que en realidad tengo, suelto el cinturón
del pantalón despacio, después los botones uno a uno, meto la mano dentro de la
ropa interior, me sorprendo a mi mismo ¡Joder como la tengo!, me acaricio sin
dejar de mirarla.
-Así
no vale quítatelo todo, quiero ver cómo te masturbas pensando en mi-, al ver mi
cara de sorpresa se empieza a reír, -Es lo que toca, de esa manera jugaremos
los dos-.
Tiro
lo pantalones sobre la mesa y al intentar lanzarla los bóxer, solo consigo
dejarlos enganchados en la lámpara que hay entre los dos, me siento ridículo,
pero a Carla la hace gracia y se ríe de manera desenfrenada. Empiezo a
masturbarme ante sus ojos, al verlo ella hace lo mismo con más velocidad. Jamás
había hecho algo así y la verdad me está gustando mucho.
-Voy
a correrme, a ti ni se te ocurra, quiero que sea toda para mí-, me dice entre
jadeos justo antes de tener un orgasmo.
Hace
rodar la silla hacia mí, tira la bata a un lado y me susurra señalándome su
entrepierna.
-¿Crees
que sabrás comértelo?-, y sonríe de nuevo.
Me
dejo caer en el suelo, coloco mi boca a la altura perfecta, entre sus piernas y
me concentro solo en una cosa, será la vez que mejor se lo hayan hecho de su
vida. Esta muy mojada y caliente, la sensación es muy agradable yo diría que
deliciosa. El clítoris ya esta sensible e hinchado tras haberse estado tocando
ella, con lo cual lo voy a tener muy fácil. Enseguida coloca sus manos en mi cabeza y aprieta su sexo contra mi boca,
esta vez el orgasmo es diferente, más intenso.
Me
toca a mí, hago que se levante, la abrazo, la beso, muerdo su cuello. Ella se
agarra a mi erección con mucha fuerza, me hace daño y a la vez me da muchísimo
placer, la empujo contra la mesa donde ella estaba antes apoyada, pero se zafa
de mí y el que queda contra la mesa soy yo. Carla se pone de rodillas y sin
dejar de mirarme empieza a besar mi miembro, a pasar los labios y la lengua por
todo el. Cuando ve que no voy a poder más se la mete en la boca, es muy suave,
la sensación cálida me excita aun mas, solo pienso en concentrarme, aun no me
pienso correr.
Tras
unos minutos se relaja, momento que aprovecho para sujetarla por la larga
coleta, hago que se incorpore y la dejo contra la mesa de espaldas a mí, tiene
un culo espectacular, gira la cabeza hacia mí, no la dejo decir nada, meto en
su boca un dedo para que lo chupe, cuando lo siento bien húmedo lo saco y
comienzo pasárselo por el clítoris, está muy excitada, la está gustando mucho.
La
agarro de nuevo por la coleta y sin dejarla cambiar de posición la penetro
salvajemente, necesito eyacular ya, no puedo parar.
-No
pares, sigue córrete conmigo-, me grita.
Las
probetas de la mesa ya no tintinean, parece que estén a punto de romperse todas
con cada empujón. Carla empieza a gritar, no entiendo ni lo que dice ya no
quiero parar, dejo que mi cuerpo estalle dentro del suyo, justo en el momento
que ella hace lo mismo. No quiero salir de su sexo, me mantengo ahí dentro unos
segundos mientras acaricio y beso su espalda. Cuando los dos recobramos el
aliento, empezamos a besarnos. Solo hay una cosa que nos detiene, todas las
maquinas a la vez comienzan a pitar como locas, el trabajo de hoy ha terminado
de manera satisfactoria.
Después
de recoger y vestirnos, salimos de la fábrica.
-¿Dónde
quieres ir preciosa?-, la digo al oído dejando que el portero me vea acercarme
tanto a ella.
-No
se tu cariño, pero yo tenía una cita para cenar y tengo hambre. A estas horas
no creo que allá ningún restaurante abierto, así que me voy a la habitación de
mi hotel y pediré algo al servicio de habitaciones-, todo esto lo dice muy
seria.
Yo
me quedo parado pensaba que la había gustado y que pasaríamos el resto de la
velada juntos, no la digo nada.
Una
sonrisa inmensa aparece en su cara, - No seas tonto, tú te vienes conmigo serás
mi postre-.
J.M.LOPEZ
Hace unos días que no aparecía por aquí y, nada más entrar, he notado ya un cambio significativo. Estéticamente está muy bien presentado :-) Y dicho esto, voy a leer...
ResponderEliminar¡Una jefa que te entrada te recalca que es tu superior y te cuenta que tiene problemas matrimoniales! ¡Ufff! Sigo...
¡Se ve de lejos de qué va! :-) ¡Anda que no sabe ella ni nada!
¿Aguantarás su presión?...
Genial pero ten cuidado con ser mucho el postre...
Me ha encantado.
Besos de Pecado.
Muchisimas gracias, siempre es un placer leer tus comentarios.
EliminarNo siempre soy el postre, también a mi me gusta el dulce jajajaj.
Besos de pecado.