miércoles, 26 de febrero de 2014

LA SUSTITUTA

Como cada tarde, en los últimos meses, al salir de trabajar, tenía en el teléfono, la lista de la compra para ir al supermercado. Mi mujer me la mandaba todos los días, ella tras una operación rutinaria, no podía coger peso y estaba de baja; así que me enviaba un mensaje, con lo que hacía falta en casa, para que yo fuera a comprarlo.


La verdad, que es un poco rollo, a esta hora la tienda esta siempre llena y no se puede ni aparcar. Tienen dos parkings, uno en la calle y otro subterráneo, pero están siempre completos.

Tras dar un par de vueltas, llevo el coche hasta casa, que no me pilla demasiado lejos. Le llevo, más que nada, para no tener que venir cargado, pero hoy no ha habido manera. En los cinco minutos que tardo en llegar, me he cruzado con varios vecinos y amigos. Las conversaciones son muy típicas, “¿Qué frio hace?,  ¿Cómo tu por aquí?, a ver si quedamos un día de estos”, vamos, lo que se suele decir al cruzarte con conocidos.

Uno de ellos es un buen amigo, Carlos, nada mas verme me da un abrazo y me dice.

-¿Dónde leches te metes, macho?, hace quince días que no sé nada de ti, ¿estáis todos bien?-, me pregunta con cara de preocupación.

Yo le contesto, -No, tranquilo todo va bien; María ya se ha recuperado casi del todo y yo tengo muchísimo trabajo, por eso apenas salgo de casa. ¿Qué tal tu parienta, sigue en la frutería?-.

-Si allí sigue, por lo menos ella tiene trabajo, aunque está deseando que la salga algo nuevo, su jefe en un esclavista y no la deja apenas tiempo para descansar y menos para estar conmigo-. Mi amigo es un gran tipo, hace años que se casaron y les va muy bien, a pesar de que él, ya es un parado mas de larga duración y estar tanto en casa, le está afectando de mala manera.

-¿Quieres que nos veamos mañana?, así nos tomamos unas cañas y charlamos- le pregunto al despedirnos; no me gusta hablar con el de su situación laboral, siempre que lo hace, se entristece mucho,  es un tipo de lo más divertido y optimista, aunque esto último, parece que a veces se le olvida.

-Por supuesto y así nos comemos unos de torreznos, de esos que te gustan tanto-, me dice sonriendo de oreja a oreja.

-Vale, mañana a esta hora, quedamos en la puerta del garaje, nos vemos, hasta luego-, me despido de él  y me voy hacia la tienda.

Cuando ya nos hemos alejado un poco, me grita.

-¡José!,  cuando vayas a pagar, vete por la otra línea de cajas, ya me contaras que te ha parecido-, se da la vuelta y se aleja de mí.

No he entendido lo que  ha querido decir, me encojo de hombros y entro en el supermercado. Es un lugar amplio, con tres entradas, dos en los fondos y otra en el lateral del edificio, los pasillos de las estanterías, son muy estrechos, no hay día en el que alguien no se lleve un buen golpe a casa, con los carros tan cerca unos de otros.

Todo el mundo me saluda, cajeras, reponedores, el frutero, las pescaderas; aquí trabaja mi mujer y todos quieren saber cómo se encuentra después de la operación. Yo contesto a todo el mundo muy amablemente, son gente muy maja, con los que en laguna ocasión he salido de fiesta y me lo he pasado genial,  es un placer poder ver a tanta chica, vestida con ropa de calle, así si que da gusto verlas. Como puede cambiar tanto una persona dependiendo de lo que lleve puesta. El traje de trabajo de casi todos es verde, con hombreras y algún detalle más naranja; a quien se le pudo ocurrir esa combinación de colores tan horrible, además, esa ropa hace que desaparezcan las formas del cuerpo, con lo que no hay manera de adivinar si una mujer tiene curvas o está completamente plana.

Tras hablar con todos los compañeros de mi mujer y comprar  las cosas que me ha pedido, voy hacia la línea de cajas, por la que he entrado. Cobran a las dos mujeres que tengo delante, en la cola. Cuando voy a empezar a colocar las cosas de mi carro sobre la cinta, recuerdo las palabras de Carlos, “Vete por la otra línea de cajas”. Hago como que se me ha olvidado algo, meto todo de nuevo en mi carro, cruzo la tienda a toda prisa, hasta llegar a las otras cajas.

No me hace falta buscar mucho para ver a qué se refería mi amigo. En la segunda caja, estás tú, nada más verte, un escalofrió recorre mi cuerpo de arriba abajo. El dichoso uniforme, las queda mal a las demás, en tu cuerpo se ajusta como un guante, tus pechos y caderas son muy generosos, tu melena larguísima, cogida en una coleta, hace que las facciones de tu cara queden muy marcadas, a fuego en mis retinas. Los pómulos tienen el volumen perfecto, al igual que los labios, carnosos y muy apetecibles, Pero lo más impresionante, es tu altura y sobre todo tus enormes ojos marrones.

Son muy expresivos, en ellos cero que podría leer todos tus pensamientos, incluso los que estas teniendo ahora. Me doy cuenta de que me miras de manera un tanto rara, me sonríes, no sé porque, pero una sensación cálida invade mi mente.

-Perdone, Señor, Caballero ¿le ocurre algo?-, dices con una sonrisa inmensa, que deja ver una línea de dientes blancos, perfectos tras de ella.

-Señor, por favor ¿está usted bien?-, repites de nuevo.

Un codazo en la espalda, me saca de mi nube, me doy la vuelta sorprendido. Una anciana que está detrás de mí, me mira con cara de pocos amigos.

-¿Qué?, ¿piensas pagar o te vas a quedar mirando, con cara de tonto a la morenaza mucho tiempo?-, me dice la señora con cara de malas pulgas y con el tono de voz lo suficientemente alto, como para que todo el supermercado se entere.

Es en ese momento, cuando me doy cuenta,  que no hay nadie ya delante de mí en la cola y que no he sacado aun las cosas del carro, lo único que he hecho desde que llegue a tu puesto de trabajo, es mirarte sin hacer nada más. Y ahora me doy cuenta también, que al que hablabas,  era a mí, ¡Que mal me siento!

Con la mirada baja y muy avergonzado, coloco todo rápidamente en la cinta, no soy capaz de mirarte, solo veo tus hermosas manos coger los productos y pasarlos uno a uno por el escáner.

-Son cuarenta euros con veinte céntimos, caballero- me dices cuando terminas.

Saco la cartera del bolso trasero del pantalón, te doy la tarjeta de crédito y el carnet de identidad. Al cogerlos,  rozas con tus dedos los míos, de nuevo esa sensación cálida en mi cuerpo. Levanto un poco la vista, veo en tu cara algo parecido, tus pómulos, enrojecidos por la vergüenza, me dicen que la situación ha sido algo ridícula para ti también.

De mis labios sale un susurro -lo siento-.

-No pasa nada, perdóname a mí por haber insistido tanto, José-, levanto la vista de golpe, ¿sabes mi nombre?, ¿de qué?

Te observo un instante, como puedo ser tan idiota, te he dado mi carnet de identidad, como no vas a saber mi nombre.

Me estoy poniendo muy colorado, tengo que salir de allí inmediatamente, me das el tiquet y mis cosas. Salgo disparado del supermercado, dando grandes zancadas hacia mi casa. Al llegar al portal, Carlos aun está allí, esperándome,  mientras se fuma un cigarro.

Ni siquiera se tu nombre y tampoco quiero saberlo, eres compañera de mi mujer y no me puedo permitir ciertos comportamientos y menos el lujo de desear a una colega suya, de trabajo.

En el camino a casa no puedo dejar de pensar en ti. Al girar la esquina, veo a Carlos esperándome en el portal.

-¿Qué te ha parecido la nueva?-, me dice mi amigo con una sonrisa picara.

-Tremenda la verdad, no he sido capaz de reaccionar cuando la he visto-, le digo con la cara aun sonrosada.

-¿Has visto como se llama?- pregunta.

-¡Joder! pues no, demasiado donde mirar y muy poco tiempo para hacerlo-, me doy cuenta de que no he leído su placa identificativa, la que llevan en el bolso de la blusa, sujeta con un imperdible.  -¿Tu si? ¿Cómo se llama?-, pregunto de manera brusca.

-¡Pues si que te ha calado hondo! No te lo voy a decir, eso lo adivinas tu solito- dice Carlos riéndose a carcajadas.

Meto la mano en el bolsillo del pantalón, saco el tiquet de compra y ahí está tu nombre,” LE ATIENDIO: CARLA”; Ahora se dé que se ríe mi amigo, no hace mucho le conté, que había tenido un sueño muy húmedo, con una tal Carla, que yo no conocía y que había sido un polvo increíble.

Yo también me rio, al recordar la conversación de ese día, cuando Carlos me decía, "pues tendremos que buscar a la chica de tus sueños, para que te haga un homenaje”.

Subo a casa, saludo con un beso a mi mujer y coloco las cosas en su lugar. Tras una tarde en casa aburridos, me acuesto temprano, el trabajo hace que madrugue mucho y necesito descansar.

Esa noche, sueño de nuevo con la misma chica, Carla, pero esta vez, tiene tu cara, tu pelo, tus ojos, tu cuerpo; me despierto a media noche, sudando, con una erección increíble, me doy media vuelta y nada más cerrar los ojos hay estas tu de nuevo.

Al día siguiente, volví a comprar, paso adrede por tu caja, eres tan hermosa, hoy por lo menos al cobrarme me he atrevido a saludarte.

-Buenas tardes, Carla-, solo he sido capaz de decir eso.

-Buenas tardes José-, aun te acuerdas de mi nombre, me contestas.

La verdad es que no se que mas decirte, los oídos indiscretos que hay a nuestro alrededor, no me permiten mucha más, entre clientes y compañeros de trabajo de mi mujer, no me atrevo a hablar contigo.

Cada día sigo pagando en tu caja, poco a poco y dependiendo de quién esté cerca, hablamos más. Tengo la sensación de que te gusto, tanto o más que tu a mí. Por las pequeñas conversaciones que tenemos, se que estas solo por una temporada en esta tienda y que pronto volverás al supermercado al que perteneces, en otra ciudad algo lejana.

Sé que estas casada y que tienes dos hijos, también que algo no va bien, porque cuando me hablas de tus hijos sonríes orgullosa y cuando me hablas de tu marido, la expresión de tu cara es de tristeza, incluso de amargura. En el tiempo que tardas en cobrarme, no puedo a saber porque; faltando tan pocos días para que te vayas, tampoco me interesa mucho.

Esta semana ha sido fiesta dos días y el domingo se abre la tienda. Solo serán unas horas por la mañana, así que tengo que aprovechar, para verte. Si no me equivoco el lunes ya no estarás y quiero despedirme de ti, aunque solo sea con dos besos y un hasta pronto.

A primera hora de la mañana, pregunto en casa si nos hace falta algo de compra, la respuesta es “no”, joder a ver qué escusa encuentro, necesito verte por última vez.

No se me ocurre nada, no sé qué hacer. Sobre las diez de la mañana, llama mi amigo Carlos al teléfono.

-¿Qué haces tío?, ¿Tienes algo que hacer?, ¿Nos tomamos una caña?-, su voz me suena a salvación, ya tengo la escusa.

Quedo con él, en diez minutos en la calle. Le pregunto de nuevo a mi mujer.

-¿Tengo que comprar algo?, voy al bar una hora, por si necesitas algo-, pero no hay forma, hoy no necesita nada.

Cuando llego a la calle mi colega ya esta esperándome.

-¿Dónde quieres ir?-  me dice nada mas verme, tras chocar nuestras manos a modo de saludo.

-No lo sé, podíamos ir donde Sergio, que está aquí al lado-, sé muy bien lo que digo, a ese bar sobre estas horas, van por turnos, todos los trabajadores de la tienda a desayunar.

No sé si te veré, pero la esperanza es lo último que se pierde y yo eso lo tengo intacto. Antes de llegar, nos fumamos un cigarrillo en la puerta. Mientras charlamos veo que algunos compañeros tuyos, sale del bar. Tú no estás entre ellos, todos me saludan y me preguntan por mi mujer, yo les contesto, hasta que todos se van a trabajar.

Ya dentro, Carlos y yo, pedimos un par de tercios, nos quedamos en la barra comentando el partido del Real Madrid, que vimos juntos la tarde anterior.

Diez minutos después de irse el grupo, vienen más compañeros, entran en el local, de uno en uno, por la estrecha puerta. Yo les voy saludando, ya que según pasan a mi lado todos hacen lo propio conmigo. Tampoco en este te veo, pero ya no puedo más, al último que entra le pregunto como de cachondeo.

-¿Qué pasa, no he visto a la nueva, no la dejáis salir ni a desayunar?-, me rio para que no se note mi nerviosismo.

-Como que no la dejamos salir-, me dice sorprendido por la pregunta, -Claro que si, esta fuera fumando, ahora entrara-.

Algo en mi interior se enciende, me pongo el abrigo, dejo a Carlos con la palabra en la boca.

-Ahora vengo espera un minuto-, le digo mientras salgo por la puerta.

En la calle me doy de bruces con Carla, que ya entraba.

-Buenos días- la digo algo acelerado, -¿Ya vas a desayunar?-.

-Sí, no sabía que estabas aquí, pero veo que ya te vas-, me dice con esa deliciosa sonrisa en la cara.

-Ehhhh, no, no, salía a fumar y a despedirme de ti, solo eso, no me voy-, aun estoy más nervioso que el primer día que la vi.

-Vale, si me das un pitillo me quedo contigo, en lo que nos lo fumamos-, al decir esto pasa su mano por mi brazo; no sé si voy a poder decirla todo lo que quiero, me pone muy nervioso, su sola presencia, hace que mi corazón se acelere.

-Nada, solo era eso, darte dos besos, como ya no te veré más-, la cuento medio tartamudeando.

-Solo eso, pensé que querías algo mas-, su sonrisa hace que mi corazón lata a mil por hora.

-Que te voy a echar mucho de menos-, No sé que mas decirla, aunque las ideas se agolpan en mi mente.

Me coge de la mano, me aparta de la puerta, sin esperármelo me besa en la boca. Es un beso suave, delicioso, miro de reojo, no hay nadie cerca. La agarro por la cintura, aprieto su cuerpo contra el mío y el beso se convierte en pasión. Necesito más, la deseo más, quiero que sea mía.

Nos apartamos el uno del otro, los ojos de ambos están llenos de emoción.
-¿Tienes algo que hacer?- me pregunta, -prefiero desayunarte a ti, antes que un triste café.

-Espera un momento- entro de nuevo en el bar, me acerco a Carlos, que me mira sorprendido, -Tío no me puedo quedar, luego nos vemos-, le digo.

Al salir por la puerta, veo que Carla se ha alejado unos metros, acelero el paso para ponerme a su lado.

-¿Dónde vamos? Aquí me conoce todo el mundo- la digo.

-¿Quieres algo muy excitante?- me pregunta.

Asiento con la cabeza, me coge otra vez de la mano y se dirige a la tienda.

-Carla, esto es muy peligroso-, creo que incluso me tiembla la voz al hablar.

-Tranquilo, donde te llevo nadie nos podrá ver-, al decirme esto pasa su mano por mi entrepierna de manera disimulada. Me estoy calentando muchísimo.

Entramos en el supermercado, gira en seco y abre la puerta de la sala de descanso.

-¿Aquí?- la digo sorprendido.

-Entra ya, cerrare por dentro, además hoy ya han salido todos al bar y no queda nadie por hacer el descanso-, me dice sonriente.

Cruzo la puerta, Carla  pone el pestillo; según lo hace, me abalanzo sobre ella por detrás, me abrazo a su cuerpo, apretando mi erección contra su culo, la beso el cuello, lo muerdo, con las manos agarro sus preciosos pechos y a través de la blusa de trabajo, pellizco sus pezones; son grandes y muy duros, necesito comérselos.

La doy la vuelta, pero no me deja, me empuja contra la mesa, es grande y rectangular. Mis caderas golpean contra ella, apoyo las manos. Carla me quita la chaqueta y la tira a un lado, hace lo mismo con la camiseta que llevo puesta. Me besa sin parar, acaricia todo mi torso desnudo, un escalofrió de placer cruza mi cuerpo, al sentir como aprieta mis pezones, en un pellizco delicioso, se agacha un poco, al mordérmelos, siento dolor y placer a la vez.

Lame todo mi pecho, mis abdominales. Suelta el cinturón y los botones de mis pantanos, mete la mano en el bóxer, saca mi miembro completamente erecto.

-Ves como quería desayunarte-, me dice mientras giña un ojo y comienza a pasar la lengua por el glande. Se la mete en la boca, la saca y de nuevo, la lengua hace círculos en mi pene.

Es delicioso, una y otra vez se la traga por completo, mirándome continuamente a los ojos, esto me excita aun más.

La aparto de mí, y la ayudo a incorporarse, arranco los botones de su blusa y se la quito junto con la chaqueta de trabajo. Tiene un cuerpo maravilloso, suelto el sujetador y pasó mis manos por sus desnudos pechos, llevándomelos a la boca, para besarlos y lamerlos, mientras comienzo a desabrochar sus pantalones.

Los jadeos de Carla son increíbles, mi respiración se acelera y mi corazón parece que se va a salir de mi pecho. Al bajarla los pantalones, descubro un minúsculo tanga negro,  semi-transparente, que deja ver su pubis perfectamente depilado. La levanto para que se siente en la mesa, termino de quitarla los pantalones junto con las braguitas y apoyándome en una silla, me dispongo a tomar mi parte del desayuno.

Es deliciosa, está completamente mojada, pasó con suavidad la lengua por todo su sexo, deleitándome en su hinchado clítoris, haciendo círculos a izquierda y derecha, apretándole con la lengua, para moverlo muy despacio.

-José, entra en mí, ¡ya!-, deja el apoyo de sus manos y se deja caer sobre la mesa.

Yo me incorporo, la penetro completamente, la agarro por las caderas, comienzo a toda velocidad, ¡así no creo que pueda aguantar demasiado!, bajo el ritmo, se revuelve inquieta.

-¡No pares, sigue!-, me pide, prácticamente me grita. La obedezco, la penetro con todas mis fuerzas.

Sus gemidos, pasan a ser pequeños chillidos, siguiendo el ritmo de los mismos, acelero aun más, los dos tenemos un orgasmo impresionante, a la vez, muy largo, nunca pensé que en esta situación disfrutaría tanto.

Carla se incorpora, sin salir de ella, la abrazo y nos besamos como dos locos.

Ella se coloca la blusa como puede, cierra los botones de su chaqueta, para poder ir al vestuario y cambiarse. Yo me visto, sin dejar de mirarla, aun la deseo, pero no tenemos tiempo de mas.

Antes de quitar el pestillo, me abraza y me da las gracias.

-No Carla, Gracias a ti, durante estos días he sido feliz, sin tener nada de contacto contigo, como un crio de doce años, con su primer amor de juventud. Ahora soy un hombre completo, necesitaba esto y no sabía cómo decírtelo-, la digo un poco avergonzado.

-Yo también lo deseaba, desde casi el primer día que te pille mirándome a escondidas, pero la situación no era propicia-, me besa de nuevo, quita el pestillo de la puerta y sale de la sala de descanso, dejándome allí solo.

Justo cuando salgo, entran en la tienda los compañeros de mi mujer, que vienen del descanso, creo que ninguno se ha dado cuenta de lo ocurrido. Con disimulo, me voy del supermercado, directo al bar. Carlos sigue allí, nada mas verme me pregunta.

-¿Qué pasaba?, has salido disparado-, sus ojos me miran, intentan interrogarme.

-Nada, tranquilo, algún día puede que te lo cuente, pero ahora no es el momento-, le digo, intentando escabullirme de su mirada.

Al salir del bar, vamos andando sin hablar hacia casa. Cuando llegamos al portal, mi amigo se detiene, me sujeta del brazo y me dice.

-¿Ha merecido la pena?-, una sonrisa asoma en sus labios.

-Si-, es la simple respuesta que le puedo dar.

Me doy la vuelta y entro en el portal, solo, no quiero ver a nadie, pero en casa me espera mi familia.

Al día siguiente al salir de trabajar, recibo un mensaje de mi mujer, es lo de siempre la lista de la compra, esta vez pone algo más, “Te espero allí”. Ella ya ha cogido el alta y ha empezado a trabajar.

Al terminar de comprar, vamos a la caja donde siempre estaba Carla, pero ya no está, ha vuelto a su ciudad, solo estaba aquí para sustituir a mi mujer y lo ha hecho muy bien, ahora es ella quien ocupa  mi corazón. 

                                                                                  J.M.LOPEZ

10 comentarios:

  1. Vaya amigos que te echas....jajaja. Buena, pero me gustaría más erotismo y menos porno.... Por lo menos más suave..

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  2. Personalmete, no me ha gustado. Le das muchas vueltas al tema, sobra mucho texto que no lleva a nada y condensas en solo dos parrafos toda la accion. Ademas abusas muchisimo de las comas por lo que la lectura se hace incomoda y muy lenta.

    Es solo mi opinion.

    Un saludo

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    1. Muchas gracias por la critica, me gustan cuando son así de constructivas. Ya sabéis que soy nuevo y que cada día intento hacerlo mejor. Que la acción en este se me ha quedado algo reducida, ya lo sabia cuando lo publique, Eso no puede volverme a pasar.
      Por otra parte, también entiendo que a algunas personas le pueda parecer que meto demasiado texto, pero intento que la historia sea lo mas completa posible, eso no va a cambiar. El resto se intentara.
      Muchísimas gracias.

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  3. Hola, José. No es problema de meter mucho texto, aunque somos perezosos para leer. Lo importante es captar a cada uno en los primeros párrafos... Además, cada uno tiene su forma de hacer las cosas... Así que tú hazlas como más cómodo te sientas, con tu propia forma, estilo... Con el tiempo todos aprendemos a hacer las cosas de otras maneras: leemos, escribimos... cogemos un poco de aquí, otro poco de allá y vamos construyendo nuestro universo... Sigue adelante.
    Justifica los textos, te quedaran mejor a la vista. Y ya vale de decirte cosas o vas a saber demasiado ;-)
    Besos de Pecado.

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