El
despertador de nuevo, como cada mañana a las cinco en punto, con su sonido
torturador, hace que dé un salto en la cama. Durante unos minutos permanezco
ahí sentado, cada día me cuesta más, a mis cuarenta años falta demasiado para
la jubilación como para pensar en ella y como no me toque la primitiva o la
lotería, ¡mejor un euro-millón!, mi vida rutinaria y aburrida no va a cambiar
fácilmente.
Me doy una
ducha rápida, tomo un desayuno igual de rápido, cojo el coche del garaje, en
media hora estoy en mi puesto. La verdad es que para un hombre soltero de mi
edad es el lugar donde más gente he conocido, casi estoy seguro de que hay días
en los que estoy deseando venir para poder charlar y reír con mis compañeros,
entre los que después de dieciséis años, trabajando juntos, algún buen amigo
tengo; aunque lo de las ganas se me pasa siempre al entrar en el vestuario.
Me esperan
ocho horas de trabajo monótonas, en las que todo se repite día tras día. Mi
oficio es muy sencillo, soy una parte de algo así como una cadena de montaje,
fabricamos neumáticos, según nuestros jefes, los mejores del mundo, así que al
parecer tenemos tajo para muchos años, eso si los chinos no se quedan con toda
la producción. Eso nos dicen ellos para tenernos siempre con miedo y poder
bajarnos el sueldo a su gusto.
Desde hace
unos años se abrieron las puertas a la contratación de mujeres, cuando yo entre
no había ninguna en fabricación, lo que ha dado un aspecto distinto a los
talleres. Desde entonces hay parejas nuevas, incluso algún matrimonio y si no
me equivoco algún divorcio.
Yo no he
estado con ninguna, a pesar de tener que relacionarnos tantas horas, mi timidez
no puede con ello, claro que tengo amigas, pero nunca he dado un paso más allá,
no se dé que hablar con ellas y cuando lo logro sale el tema del trabajo
enseguida, así es muy difícil.
Por supuesto
que he tenido parejas fuera del trabajo, estuve a punto de casarme hace años,
faltaban seis meses para la boda cuando tuvimos un tremendo accidente de
tráfico, yo salí casi indemne pero ella tuvo graves secuelas. La boda se aplazó
hasta que se recuperara, pero nunca fue la misma, sus cambios de humor hacían
que dentro de mí estallase el carácter duro que tengo y dos años después el posible
matrimonio se canceló definitivamente. No hemos tenido desde el día que salió
de mi casa, más contacto.
Desde
entonces por mi vida han pasado toda una colección de mujeres extrañas, primero
fue la súper pija, con la que más tiempo estuve, tras casi un año de relación y
ver como su vida eran las tiendas de moda me canse y la mande a paseo. Después,
como decían mis amigos, la loca, con ella fue aún menos tiempo, se ponía a
gritar a la gente sin motivo aparente pero era una fiera en la cama, por eso
aguante un poco más.
Tuve unas
cuantas relaciones más normales que no llegaron a cuajar, en el fondo no me
quejo, mal del todo no me ha ido ni me va; sigo conociendo mujeres, desde hace
un par de años salgo con un grupo de gente que se conocen a través de internet,
todas las semanas tienen quedadas para tomar unas copas, pinchar por el centro,
o para cualquier evento que se celebre cerca ir a verlo juntos, el grupo varía
mucho ya que en su mayoría está formado por personas de paso que no tienen con
quien quedar y así conocen la ciudad. Los únicos que no han cambiado desde que
empezaron son los organizadores, un matrimonio de cincuenta y dos años que
formaron el primer grupo por Facebook y que ahora están ocupados gran parte del
día preparando salidas y administrando el foro por el que todos nos
comunicamos.
Ya es la hora
del primer descanso, tenemos diez minutos cada dos horas, y salgo a la calle
con mis compañeros fumadores a por un poco de aire. Ayer llovió todo el día, la
humedad se mezcla con el calor de la nave y se hace insoportable.
Mientras
charlamos se acerca el monitor, un compañero que ascendió hace unos años, ahora
se dedica a dar las formaciones para los nuevos puestos de trabajo y a los
nuevos ingresos. Viene con un grupo de novatos formado por chicos y chicas de
distintas edades, todos más jóvenes que yo, por supuesto. Nadie destaca mucho,
pero una mirada desde el fondo del grupo me inquieta y hace que aparte la vista
unos segundos.
El monitor se
va y todos los nuevos le siguen a excepción de una chica; se queda mirándome
unos segundos más, se acerca a mi directamente y me dice –hola, ¿tú eres José
verdad?-, miro a mi alrededor como si buscase a otro yo, no lo encuentro, mis
compañeros nos observan curiosos, -sí, me llamo José ¿nos conocemos?- contesto,
me mira de arriba abajo con descaro y unos segundos después dice –aun no, pero
eso tiene remedio, yo soy Carla-, mis ojos se salen de sus orbitas, voy a
hablar pero te das la vuelta, sales corriendo detrás del grupo con el que
venias.
Todos se me
quedan mirando, comienzan a interrogarme, no sé qué contestar, en realidad no
te conozco, soy muy bueno recordando caras, la tuya no me suena de nada. Paso
el resto del día dándole vueltas a la cabeza, no hay forma no te reconozco.
Gracias a tu
aparición y a la comedura de tarro que tengo, intentando recordarte, el resto
del día se pasa volando. Me tomo un vino con mi hermana por la tarde y después
de una cena en solitario delante del televisor, me acuesto pronto.
Cuando el
maldito cacharro que tengo sobre la mesilla suena de nuevo, salto como todos
los días de la cama, me parece increíble pero creo que he soñado contigo esta
noche. Mi ánimo no tiene nada que ver con el del día anterior, es la primera
vez en mucho tiempo que voy feliz a currar.
Hago todo lo
posible por coincidir con vuestro monitor, en el vestuario, en los pasillos,
por el taller; no hay manera, se pasan las horas y no os veo por ninguna parte.
Cuando por fin lo veo, voy tan rápido a por él que se sorprende, -¡joder José!
Que susto me has dado- respiro hondo y le suelto -¿Quién era la chica que iba
ayer contigo?-, me mira extrañado –no sé quien dices, ayer entraron dos grupos
de trece personas cada uno y había varias mujeres-, subo un poco el tono de voz
– ¡no me jodas hombre! La que se paró a hablar conmigo, una tal Carla-, su cara
cambia al caer en la cuenta – si ya sé quien dices, están en las formaciones
teóricas ¿querías algo de ella? ¿La conoces?-, su mirada es inquisidora –no,
por eso te pregunto ¿Dónde va a ir a trabajar?- se ríe y dice –la vas a tener
muy lejos, va a otro de los talleres, no creo que coincidáis nunca- que desilusión.
Unas semanas
más tarde, coincido de nuevo con un grupo de nuevos compañeros, van acompañados
por el mismo monitor en su visita a la fábrica. Nada más verme se acerca a mí y
me dice –al final vas a tener suerte, tu amiga vendrá a trabajar con vosotros
el mes que viene-.
Los días
restantes intento verte por la fábrica, no hay manera, tú no comes en el
trabajo ningún día, no coincidimos en la entrada ni en la salida. No sé qué
demonios me está pasando pero no puedo dejar de pensar en ti. El tiempo pasa
despacio las semanas que faltan son eternas, pero por fin el día llega.
Nada mas
entrar a trabajar te veo a lo lejos, no es que el mono de trabajo sea muy
bonito que digamos, a ti te queda genial, la melena negra contrasta con las
hombreras amarillas que usamos, te queda bien incluso el azul del resto del
uniforme con tus ojos claros.
Estoy todo el
día nervioso, has pasado unas cuantas veces al lado de mi maquina y no me has
visto o no has querido verme, no lo sé. Cuando termina la jornada, me voy a
casa triste, es imposible que no me vieras, al acercarme al aparcamiento, allí
estas, esperando cerca de mi coche,
acelero el paso, te sonrío mientras espero a que pase el coche que tengo
delante, se detiene; ¡vaya mierda!, se para,
justo entre tú y yo, cuando ya iba a saludarte. Te pita y te subes en
el. Al montar le das un beso en la boca al conductor, creo que es tarde, ya
estas con alguien, cuando me fijo bien me doy cuenta de que es el monitor con
el que venias el primer día y el mismo que me aviso de que vendrías a nuestro
taller. ¡Valiente cabron!, no me esperaba eso de el, ha estado calentándome la
cabeza contigo estos últimos días y no me ha contado nada. Antes de arrancar se
me queda mirando y se ríe en mi cara.
Pasan los
meses, ya no intento acercarme a ti, ni
siquiera te saludo al cruzarnos en el taller. Algunos días te miro a escondidas
y siento la necesidad de hablar contigo, me gusta tu forma de hablar con la
gente, tu manera de reír, de andar, de mirar; después de tanto tiempo aun no sé
porque sabias mi nombre.
Un día sin
venir a cuento, te acercas a mí, estaba hablando con Félix, otro compañero al
que estoy formando para que me sustituya, en unos meses me trasladan, durante
dos años, a otra fabrica fuera de España, para aprender un nuevo puesto. Tras
darme un toque en el hombro, me giro, ¡ahí esta! la mujer con la que soñé tanto
tiempo. No sé qué decir, de mis labios sale un simple “hola”, tus labios me
muestran una ligera sonrisa –hola José ¿Qué tal estas?, estoy pasmado, a que
viene esto ahora –bien gracias, ¿y tú?-, la digo aun sin ver aun que está
pasando, -yo regular, necesito hablar contigo, pero aquí no, hay mucho cotilla.
Creo que me
he sonrojado, no tengo palabras, tengo una mezcla de rabia, no me ha dirigido
la palabra en el último año, y de esperanza, aun la deseo con todas mis
fuerzas. La digo balbuceando –por supuesto, cuando quieras-, su cara se
ensombrece –tiene que ser hoy mismo, nada más salir del trabajo-, no tengo
planes pero tampoco quiero parecer desesperado, -tenía una cosilla que hacer
¿no puede ser otro día?
De nuevo esa
sonrisa suya aparece en los labios, creo que hasta me hace ojitos, me suelta de
golpe y en un susurro que por supuesto deja que Félix escuche, -si no quieres quedar, tú te lo pierdes, se
que hace tiempo que me deseas-. Vale, definitivamente estoy rojo como un
tomate, con la boca abierta y los ojos desenfocados. Se queda mirando muy
coqueta hacia mi compañero, la veo venir y tengo que cortarlo, de sus labios
salen las palabras –y tu guapo si también….- la corto lo más rápido que puedo,
-está bien luego nos vemos al salir, ¿te espero en la puerta?-.
Creo que su
atención está de nuevo fijada en mis palabras, se queda unos segundos mirándome
a los ojos y ahora sí, me susurra al oído en que cafetería quiere que nos
veamos, no hace falta que la espere
porque ha traído su coche.
Llevo quince
minutos esperando, ya he tomado una caña y voy a por la segunda; también me la
termino, salgo a fumar un cigarro y miro el letrero del local por si me he
equivocado, pero no, es el sitio correcto. Otro pitillo la impaciencia me
puede, miro la hora constantemente, llego a la conclusión de que me han dado
plantón. No tengo forma de localizarla así que decido irme a casa.
Un coche hace
sonar el claxon a escasos metros de mí, me quedo mirando sin saber muy bien a
quien pitan, continuo andando, vuelve a sonar, me giro de nuevo, es ella,. Se
baja del coche riéndose, esta increíblemente hermosa, lleva el pelo suelto unos
zapatos de tacón con medias negras, y un abrigo largo que la cubre justo por
encima de las rodillas, viene maquillada, con la línea de los ojos muy marcada,
los labios pintados de un rojo intenso, nunca la había visto así.
Se acerca con
paso firme, me dice -¿vas a alguna parte?, te dije que me esperaras-, estoy
cabreado, -que te has creído, hace más de una hora que te espero-, se pone muy
seria –si no quieres seguir eres muy libre de marcharte. Agacho la cabeza, -no,
aun no-, quiero ver que pretende, suelta una gran carcajada, todo el mundo se
la queda mirando, pero ella no se corta y continua –en el fondo sois todos
iguales, unos cobardes-.
Entramos en
la cafetería, tras pedir en la barra nos sentamos en una mesa al fondo, una
mesa algo más intima que el resto. El lugar es precioso, una taberna irlandesa
toda de madera pintada de verde, en muchos sitios hay pequeños desconchones por
el uso. Uno frente al otro nos estudiamos durante unos segundos, me suelta de
golpe – ¿tienes miedo de sentarte a mi lado?-, la verdad es que un poco, le
echo valor, me dejo resbalar un poco por la madera del taburete y me pego todo
lo que puedo a ella, -¿crees que serás
capaz de aguantar mucho tiempo ahí, con todos los clientes frente a ti y sin
quitarme ojo de encima?- levanto la cabeza, miro a la barra y efectivamente los
hombres del lugar comienzan a disimular, pero estaban todos mirando en nuestra
dirección.
Decide ella
sola que es el momento de cambiar de lugar. Me pregunta que donde tengo el
coche, se lo indico con la cabeza, me coge de la mano y tira de mi con fuerza en
esa dirección, me pasa la otra mano por la entrepierna, -¿Qué te pasa no te
está gustando nuestra cita?-, no contesto pero pienso para mi “la verdad, de
momento nada de nada”.
Al llegar me
pide las llaves, no te voy a dejar mi coche, me mira sorprendida y me dice – ¿a
estas alturas no te has dado cuenta que hoy mando yo?-, con desgana estiro la mano
y se las doy. Nos montamos, arranca, pega un par de acelerones mientras sin
dejar de mirarme, estoy seguro de que está buscando mi reacción, no me inmuto,
salimos del aparcamiento y a los pocos metros abre un poco el abrigo que aun no se ha quitado ni un segundo –mira lo que
llevo puesto para ti- debajo del abrigo no tiene más que las medias, ni
siquiera lleva puesta ropa interior. Lo cierra de golpe y me dice –no te pases,
no es hora aun de ver más-.
Salimos de la
ciudad, unos kilómetros antes de una urbanización que se ve al fondo, suelta
dos de los botones de la parte superior del abrigo, -mete aquí la mano y dime
que llevo puesto, si aciertas no seré muy mala contigo-, al meter la mano noto
algo como de encaje, un sujetador sería la respuesta sencilla, pero está
jugando así que no puede ser tan fácil. Profundizo un poco más, por debajo de
sus pechos palpo enseguida una estructura con varillas, es fácil, -un corpiño o
un corsé- contesto. Hace una mueca de desaprobación, -muy listo el nene, tendré
que ser mejor de lo que pretendía en un principio-.
Al llegar a
un chalet solitario saca del bolsillo un mando a distancia, pulsa uno de los
botones y se abre la puerta de garaje, aparca dentro, pulsa el otro botón para
cerrar. Al llegar la puesta abajo, apaga el motor y las luces; estamos
completamente a oscuras, noto como su mano recorre mi muslo izquierdo hasta
llegar de nuevo a mi entrepierna, agarra con fuerza mis testículos y el
comienzo de una erección, -esto promete-, aprieta un poco más fuerte, de mi boca
sale un quejido de dolor, me suelta –tiene pupita el nene-, se ríe de nuevo a
carcajadas, -pues prepárate-.
Sale del
coche, me indica que la siga, parezco un perrillo asustado a su lado. Salimos
del garaje, pasamos por la cocina, entramos en el salon, un pasillo a
continuación y unas escaleras que suben a la planta superior; -entra en el baño
y desnúdate rápido-, obedezco de inmediato, ya estoy casi domesticado.
Salgo del
aseo con el bóxer aun puesto, está sentada en el fondo de la habitación, aun
tiene puesto el abrigo, -te he dicho que te desnudes, fuera esos horribles
calzones-, como no la hago caso de nuevo. –Túmbate en la cama, ponte las
esposas en los tobillos-, ni siquiera protesto, -ahora las otras dos en las
muñecas y pon los brazos en cruz.
Muy despacio
se levanta de su trono, sujeta cada una de las esposas y las cierra sobre las
cuatro esquinas de la cama, cuando ya estoy indefenso enciende unas velas, creo
que me estoy excitando, me sorprendo a mí mismo. Por fin se saca el abrigo, efectivamente lleva
un corsé, satinado en rojo, con las varillas de encaje negro al igual que la
parte superior del mismo. Tiene la figura muy estilizada, los pechos grandes,
parece que se la van a salir, no lleva puesto más que eso y las medias.
Del cajón de
la mesilla saca un antifaz, me lo coloca en los ojos ya no veo nada, ni
siquiera la siento a mi lado. –Respira hondo-, la escucho decir, cojo aire y lo
suelto en un grito al sentir que algo me quema el pecho, cerca de los pezones.
Puedo oler la cera de la vela que acaba de verter sobre mí, me retuerzo de
dolor, dura solo unos segundos, ha sido más la impresión que otra cosa, no me
lo esperaba.
-¿Te ha
gustado?, me pregunta, afirmo con la cabeza, la verdad es que si me ha gustado;
dejo de sentirla cerca de nuevo, oigo como manipula un cajón, un latigazo
tremendo en los muslos hace que grite de nuevo ¡joder que haces!-, escucho sus
carcajadas a mi alrededor, no deja de girar en torno a la cama.
Se sienta a
mi lado y me da un larguísimo beso en la boca mientras masajea mi sexo
despacio, su aliento es cálido y dulce. Otro latigazo, esta vez en el pecho,
intento encoger mi cuerpo para no recibir más, pero sigo atado es imposible y
siento de nuevo el golpe, esta vez
flojo, también en el pecho, otro y otro, cada vez más suaves. Creo que
son con una fusta manejada con la mano derecha ya que en ningún momento ha
soltado mi miembro, que a estas alturas y de manera sorprendente, está
completamente rígido.
Se monta a
horcajadas sobre mi cara, y roza con los labios húmedos de su vagina mi boca,
-comételo, si es que sabes- me ordena, empiezo a lamérselo con un apetito
insaciable, esta empapada, y enseguida la escucho gemir, está gozando, mueve su
cuerpo al ritmo de mi lengua, en un segundo llega el orgasmo. Deja caer todo su
peso sobre mi boca, por un segundo creo que me asfixiara, cuando se aparta
respiro acelerado, necesito aire. Me besa y solo se la ocurre decir –que rica
sabe ahora tu boca-.
Me quita el
antifaz, se acerca a mi oído y me dice -¿aun no sabes porque conocía tu nombre,
cuando entre en la fábrica?, -no- contesto, agarra de nuevo la fusta y me da un
pequeño golpe en los testículos, -eso duele- la chillo. Se ríe como
yo aun no la había escuchado. – ¿Te acuerdas de Virginia?-, -claro que me
acuerdo, salimos dos años juntos-, no entiendo nada de nada, su cara cambia de
inmediato, ahora está muy seria, -es mi hermana, de mi no te acuerdas porque
estaba estudiando fuera cuando salíais.
Mi mente se
abre de par en par, -ya sé quién eres recuerdo haber visto fotos tuyas en casa
de tus padres.- ¿Qué le hiciste a mi hermana?-, intento recordar, -nada, me
dejo ella-, -claro que te dejo ella, pedazo de cabron- me espeta en la cara,
-me refiero a porque te dejo-, ya caigo –la engañe con su mejor amiga-.
-Pues ya
sabes lo que has conseguido hoy, ahora te dejare solo para que lo medites-,
sale del cuarto y cierra la puerta; sigo esposado a la cama de pies y manos, mi
lívido se ha ido con ella, empiezo a tener frio.
A la mañana
siguiente se abre la puerta de la habitación, es Carla pero no viene sola, su
hermana esta con ella y las dos me miran riéndose en mi cara, -espero que esta
vez la lección te sirva para algo-. Estoy avergonzado, sueltan mis ataduras y
me dejan tirada la ropa en el suelo –vístete rápido y lárgate de aquí- dice Virginia,
lo hago corriendo. Al salir por la puerta Carla me llama –José, espero que esto
no salga de aquí-, señala con la mano una cámara escondida tras el marco de una
foto, -si lo cuentas todo el mundo sabrá cómo te gusta que te peguen-.
Claro que
quiero aun que me toque la lotería, pero ahora es para irme lejos y no volver a
tener miedo a una mujer como ellas dos.
jajajaj,esta bien distinto a los otros y un poco retorcido pero me gusto
ResponderEliminarGracias, algo retorcido si que me salió, pero en eso consiste también, sorprenderos de vez en cuando
EliminarAcojonante.,.,y previsor,,,,,,,
ResponderEliminarNo me digas que es previsor, le he dado una vuelta de tuerca que no se esperaba nadie. Pero aun así gracias, lo tendré en cuenta.
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